Dejá correr al río

El Río Paraná tiene una superficie de 2570 km pero solo 2550 metros de agua separan las ciudades de Encarnación, Paraguay, y Posadas, Argentina. Cuando M estaba trotando por la costanera del lado paraguayo y vio las luces del país vecino, no pudo evitar recostarse en la baranda y estirar los brazos. Parecían tan cercanas que creyó que con tres brazadas podría llegar al otro lado. La noche estaba abierta y recordó al señor G.

Treinta y cinco años atrás, el doctor G estaba pescando con su hijo y se detuvo a ver lo cerca que estaba de su país, tan cerca que parecía que con tres brazadas lo podía acariciar pero tan lejos que era imposible. El río le despertaba su nostalgia de exiliado. Tras días difíciles y noches de insomnio, la brisa paranaense lo puso desafiante y quiso ver si los vientos le traían olor a patria. Se acercó al punto de ser visible sin salir del límite argentino. Le salió caro. Pensó en tirarse al río pero viajaba con el pequeño R. Militares remolcaron su embarcación hasta Encarnación y él pudo volver a pisar su tierra en circunstancias no gratas.


El Río Paraná es un chico inquieto. Entrega y saca. Lo sabe la niña que vio alejarse a su salvavidas con forma de tortuga. Lo saben los familiares de los nadadores que perdieron la vida compitiendo en aguas abiertas, lo saben los amantes en bote. El río a veces es infantil, pero otras un adulto despiadado con encanto seductor. Dale una sonrisa y te enamora el alma, si te acercas de más, te destroza los sueños que también sabe cumplir…

Cada verano, L lanza una flor al río, el día de su aniversario de bodas. El río fue testigo fiel de aquella historia y L está convencida de que su ofrenda le permite más años en compañía. A ella le gusta amar. Siente que el río la cuida. O no lanza flores pero sí bocinazos. Como buen marinero le tiene respeto a Paraná. A la Virgen de Itacuá le tiene respeto y también fe. Es el sostén de los navegantes, de allí que el santuario mire al río. Cuando O se aproxima, pide protección y brinda una pequeña pleitesía desafinada. Ella, le devuelve la atención. En dos décadas nunca tuvo penurias en el agua.

S está sentado en su reposera. No lo puede creer. Está exactamente sentado sobre su casa, que duerme bajo la majestuosa costanera. Mentalmente imagina su cuarto, su cocina, su patio, sus árboles. Abre los ojos y no cree lo que ve…no cree…no cree…no cree…aquel lugar que habitó casi por cincuenta años no está ante sus ojos, pero está. Abajo. Está abajo y no lo cree. Su pasado bajo el agua. Nadie habría nunca podido predecir ese futuro ya viejo de S.

… la fuerza para dar electricidad, para que te aventures en sus saltos, comas de él y para eliminarte. Paraná libró al mundo de malos y buenos, de niños y viejos. Paraná es así, a instintiva fuerza bruta. No aprendió a discernir qué hacer contigo…

El viento sabe silbar. Es un hermano canchero del río. A N le encanta abrir las ventanas de par en par aunque tenga que soportar las puteadas de su mujer que odia que las hojas se posen en el suelo. Su obsesión consiste en simular el ritmo del viento, pero esa tarde seguirlo es imposible: Está loco y fuerte. Tanto, que recordó al abuelo que vivió el gran tornado. Aún recuerda los ojos que ponía el abuelo, más chiquitos que cuando narraba sus historias de la guerra. Contaba como volaron las tejas y después los entrecerraba más y callaba, poseyendo en exclusiva esas imágenes que lo atormentaron en vida. “Qué fuerza, qué fuerza” solía repetir en sus últimos años. En la familia comentaban que hablaba incoherencias. N siempre imaginó que su abuelo vivió los últimos tiempos mirando una misma escena que lo impactó en 1926.

Cada lluvia para F es buena noticia. Dos cosas le apasionan: Los camalotes y el canto de las ranas que se congregan cerca del viejo molino. Suele grabar el concierto. Tiene una colección que le agrada escuchar antes de dormir.

…Las noches son las preferidas. El río alumbra los deseos…

Hace diez años, A rodó tres metros en el extremo del suelo rocoso de su terreno que colinda con el río. Ella, que pensaba que todo era roca, cayó sobre una base de tierra. Con machete, fue limpiando el descenso hasta que descubrió que tanta dureza le brindaba una angosta tregua en forma de tierra colorada, que la llevaría a las orillas. Le fue mejor de lo que pensaba. Al final del trayecto se encontró con dos piscinas naturales. De aquel “casi me mato” a esta parte, abrió un camping con sendero y mirador. Dice que fue Dios. Digo que Dios es la naturaleza. Como sea,el premio fue Paraná.

Diariamente, casi treinta mil personas atraviesan la frontera Encarnación-Posadas: la mayoría usa el puente, pero un porcentaje elige el río. De ese número, hay algunos que prefieren los puertos clandestinos entre los cuales, existen unos que se dedican al contrabando de drogas y sexo.

… la inocencia del impulso y la soberbia del poder, la prudencia de callar secretos y el destino de muchos…

V lo sabe. Para calmar sus ánimos, cada día le dedica un solo de violín. Lo hace siempre. Nublado o con sol. Diez minutos cada día. Cita impostergable. No lo detiene ni la novia.

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