Doce pollitos




Si hay algo que solemos comprar son huevos. Incluso en mi época de vegana no dejaba de comprar huevos para mi familia. Siempre está la palabra en la lista que anotamos y siempre olvidamos. Fue natural que teniendo lugar, hayamos pensado en tener gallinas ponedoras.  A partir de la idea, surgió un nuevo mundo para nosotros. ¿Dónde duermen las gallinas? ¿Qué temperatura soportan? ¿Dónde ponen los huevos? ¿Se necesita un gallo? ¿Qué comen? Y por internet empezamos a hacer consultas, a leer foros sobre gallinas y a mirar imágenes de todo tipo de gallineros, desde las jaulas hasta los spas avícolas.

Con unos postes de madera que estaban en la casa y un tejido empezamos a levantar una casita para ellas. No terminamos de poner la estructura (que nos llevó dos días) y el primer tejido cuando el vecino nos cuenta que en realidad el gallinero tiene que ser mucho más cerrado, que los pollitos son muy frágiles y hay que protegerlos del viento y el  fresco de la noche.  Con unas lonas reforzamos las paredes del gallinero, para evitar cualquier filtración de agua pero seguíamos dudando sobre como debía ser el piso y compramos unas maderas conglomeradas.

Mermelada de rosella en una cocina parabólica solar







…Al calentar el agua para el té, revisa que los rayos de sol den en el lugar indicado. Previamente sacó  el pan. Nos está preparando la merienda en su cocina que no es una cocina cualquiera, ubicada afuera de la casa. Y yo me regocijo por el mimo mientras voy a buscar las tazas. La mesa está servida. Té de rosellas, pan integral y mermelada de rosellas. Toco el cielo con las manos. Me cuenta que tiene un pote preparado para nosotros. Al cielo ya lo traspaso…

Eso fue hace poco más de un mes, en Encarnación, cuando tuve la suerte de entrevistar a Olga Samcevich de Ladán. Desde ese día, cada vez que quiero imaginar a una mujer del futuro, su recuerdo me viene a la mente. Olga es una artista plástica premiada y una docente jubilada de alma joven y 83 años. Creo que su mirada fresca nace de la pasión. Cuando habla de pintura o de cocina pareciera que le sube la temperatura del cuerpo y uno aprecia más sus bellos lapachos de acuarela, así como el sabor de la rosella que se disuelve en la boca, un dulce que fue preparado de una manera poco tradicional: en una cocina parabólica solar. Sí. En su patio tiene tres, aparte de un horno solar, un secador y un calentador solar para el baño.  Toda una revolución  ecológica.

Proyecto de migración a la inversa: El desafiante viaje de dejar la ciudad



Cuando vivía en el campo, vi como mi vecino se fue desprendiendo de su tierra. En un año lo vi vender primero un lote y luego otro. La última venta la realizó porque quería un futuro distinto para sus hijos. Una mujer le ofreció por cinco millones de guaraníes darle un puesto en la policía a la hija, que acababa de terminar el bachillerato. Él no lo dudó y apostó su última carta, quedándose solo con el terreno donde se levanta su casa. Tras cobrar la suma, la desconocida desapareció de la faz de mi vecino, y él se sintió doblemente estafado: Perdió su tierra y los sueños de sacar a su hija de la vida rural.

Anualmente, crece la tendencia de personas que migran del campo a la ciudad, encontrando, probablemente, más hambre en la urbe. Personas que por generaciones trabajaron la tierra, se quedaron sin más alternativa que emigrar al lugar donde las semillas nunca germinan, a un medio de asfalto. Encontrar trabajo en las afueras de las ciudades fuertes de Paraguay es una verdadera odisea. Por eso, cuando vivíamos en las afueras, no trabajábamos allí. Teníamos que hacer recurrentemente los viajes hasta la capital. Dormíamos en las afueras de la ciudad pero trabajábamos y vivíamos en Asunción. Casi diariamente teníamos que repetir una y otra vez el mismo camino. Nuestra calidad de vida era mil veces superior cuando vivíamos en la ajetreada Ciudad de México, a pocas cuadras del trabajo, sin el estrés del recorrido constante. Con tanto desgaste que nos producía la falsa calma, decidimos que esa vida, así como la estábamos llevando, no era para nosotros.