Por las tierras de María Sabina, la búsqueda de un chamán en la sierra mazateca

Fotos: Amadeo Velázquez Texto: Mariel Fatecha


Son las 8 de la mañana en una pequeña terminal en Oaxaca. Hace frío y todos estamos un poco aburridos. Somos seis personas matando el tiempo. Una indígena mazateca llamada Ohem espera con nosotros la combi que debía de partir a las 7 de la mañana y por falta de pasajeros saldrá tres horas más tarde. Nos cuenta que viajó a visitar a su hija pero que ya es hora de regresar a su pueblo, Huautla de Jiménez. Nos pregunta a qué vamos nosotros y le contamos que vamos a buscar la casa de María Sabina y a una curandera que se llama María Julia.

- “Sí. Ella es pariente mía”, asegura. “Vayan a visitarla”.

Obviamente Ohem está habituada a los foráneos y a lo que buscan. La primera vez que ella probó los “niños santos” (como llaman allí a los hongos) contaba con nueve años. “Mi papá decidió realizar una ceremonia porque dejé de comer y estaba muy débil”. Si bien era pequeña, la edad no fue impedimento para que a partir de ese día los consumiera durante cuarenta años más, hasta que los hongos le dijeron que era suficiente. Para una persona de padre y abuelo curanderos mazatecos los “niños santos” son indispensables, claves para la sobrevivencia, la sanación y hasta para conservar el amor.