El Templo del Sol




Jade persigue mariposas. Es un domingo soleado y subimos lentamente "El Cerro de los ídolos". A los costados pura vegetación profunda. De vez en cuando árboles centenarios sobrepasan las alturas. Un grupo de jubilados nos acompaña en el viaje, sonrientes, algunos se quedaron haciendo ejercicios en la entrada y otros mueven los brazos en círculos mientras se elevan los 125 metros hasta los vestigios mexicas.

A lo alto del cerro están las pirámides de Malinalco, único templo monolítico de América y antiguo centro de entrenamiento espiritual y físico de los guerreros jaguares y águilas. Jade se pone a bailar y cantar en un escenario de más de 500 años, todos los que estamos arriba nos dispersamos. Somos pocos. El grupo sube primero a la pirámide y todos se sientan a contemplar el cielo. Levantan las manos con las palmas hacia arriba, absorviendo la mayor energía posible. Le muestro a Jade las esculturas que cuidaban la morada de los Caballeros del Sol y ella me muestra Vaquitas de San Antonio (o catarinas, como dicen en México). Cuando se baja el grupo, subimos nosotros. Amadeo va a sacar fotos y nosotras nos sentamos un ratito, con los ojos bien abiertos.

En los últimos meses tuvimos mineros televisados, volcanes en erupción, El Ponchis, mudanzas, trabajos nuevos, películas, recetas, Peña Nieto, pero allí, desde los vestigios de aquella civilazión y por esos largos minutos no hay que pensar en nada, se sume en una meditacion inconsciente. Las pirámides de Malinalco son íntimas, con mil veces menos visitantes que las de Teotihuacan o Chichén Itzá, por un breve lapso, uno puede apoderarse de ellas. Piedra, cerro y vista panorámica del pueblo, solcito rico y Jade feliz, desde allí el mundo se siente simplemente perfecto.