País susurro

Mi pesimismo no me dejó dormir. Ayer en Paraguay asesinaron a Pablo Medina y a Antonia Almada Chamorro y en México a María del Rosario Fuentes Rubio. Hace diez años a mi esposo, el fotógrafo Amadeo Velázquez lo amenazaron de muerte en el Chaco, tras, a través de Tierra Viva, acudir a un llamado de una comunidad indígena que estaba siendo constantemente atacada y perseguida por unos estancieros, y que en esos días, estaba siendo desalojada con armas de sus viviendas. Lo amenazaron los dueños de las estancias, quienes tras ser alertados por los capataces, llegaron acompañados de un policía y un abogado con el objetivo de arrestarlo por sacar fotografías en una propiedad privada (la tierra estaba en litigio legal. Los indígenas la reclamaban como tierras ancestrales, y hasta que la justicie se pronuncie, no había propietario). Intentaron sacarle la cámara a la fuerza y obligarlo a subir a una avioneta. Si no era por el apoyo de la comunidad, lo hubieran hecho. Para salir del lugar, los líderes trazaron un plan, fue en burro hasta la comunidad más cercana que contaba con radio, por ese medio se pudo pedir un rescate hasta Pozo Colorado, y de allí a Asunción.

Regresó a casa enfermo, con vómitos y diarreas. Esos días en la comunidad tuvo que tomar agua de los tajamares, al igual que todos los indígenas desplazados. Ni bien mejoró realizó la denuncia junto al Sindicato de Periodistas. Bueno, como decía, pasaron diez años de eso y obviamente nunca pasó nada. Sin el apoyo de la comunidad tranquilamente podía haber desaparecido, total nadie se iba a enterar. ¿Quién llega a esas tierras? Y por otro lado, ¿a quién realmente le importa si pasa algo? Cuando pasan esas cosas uno también ve la hipocresía.


Al poco tiempo nos fuimos del país y nos instalamos en México. La primera parada, en Cancún trabajaba para un periódico de Quintana Roo. Era editora de policiales. Un día no aguanté más, decidí que esas noticias no eran para mí. Más adelante, me escribió un compañero para contarme que a la noche, horario de editores, tiraron una granada en la entrada del diario. En el periódico donde trabajaba Amadeo pasó lo mismo. Y uno así, sin más, por un sueldo de mierda puede perder, y muchos pierden, la vida. Sé que la vida no tiene valor económico, que no se malinterprete. Me refiero puntualmente a los medios de prensa. ¿Qué hacen realmente para proteger a sus periodistas? ¿Cómo valoran la vida de sus empleados?

Cuando llegamos a Zacatecas tuve un breve paso por un noticiero de tv. Recuerdo que lo primero que me llamó la atención fueron las miles de omisiones que se hacían adrede. No voy a juzgar eso porque no es mi punto en este momento, pero pronto se oficializó un pacto de silencio. O sea, se optó por la desinformación. Al poco tiempo salió un trabajo como comunicadora que se desempeñaba en la Casa de Cultura de esa ciudad y allí tuve la suerte de conocer a José Gil Olmos, quien brindó en el lugar un taller sobre periodismo en zonas de conflicto. Olmos, periodista de la revista Proceso, ex periodista de La Jornada y autor de varios libros, escuchó las historias y amenazas de los periodistas presentes, principalmente corresponsales en el interior del estado. Valientes periodistas que también son mamás y papás, hijos, que estaban en la zona roja y no contaban con ninguna protección, convivían con el miedo. Y si el gobierno no te ampara, y tampoco el medio, qué apoyo queda?

Y Gil Olmos fue ante todo humano, les dijo que no era el momento para publicar, que sí era el momento de documentar y escribir pero no de publicar en caliente. El riesgo era muy alto. Y pienso en lo que está pasando en Paraguay y en las condiciones desfavorables para los periodistas. ¿A quien uno le va a exigir derechos cuando hay tanta complicidad? ¿En quien se confía? Y ni no hay sostén ni en organismos, ni en medios, ni empresas ni en la misma ciudadanía, la visión es desalentadora. ¿En qué se puede caer? ¿En el periodismo cínico? ¿En dejar de hacer periodismo? O en morir por la causa? Porque a estas alturas creo que el futuro del periodismo va a depender de la buena intención de muchos activistas para sobrevivir.

En ese tiempo, Amadeo era jefe de fotografía en un periódico de Zacatecas. Era un mundo de problemas. En las noches malas ¿quién va a hacer la foto? No había condiciones, ni movilidad ni equipos con buenos lentes para hacer tomas lejanas. Los fotógrafos de prensa la pueden pasar mal, son los que tienen que tener la foto, o sea, mientras nadie se manifiesta (caso de Medina, tres horas para levantar el cuerpo) cuando nadie se asoma, tiene que estar el fotógrafo en pie. Pero ese trabajador, ¿qué beneficio recibe a cambio? ¿O le exigimos al periodista que lo sea todo sin mínima seguridad? Que sea lúcido, intrépido, altamente reflexivo pero concreto, pero por sobre todo ético. Queremos leer información ética y veraz, pero después no queremos pagar por la información. La queremos porque consideramos que es nuestro derecho como ciudadanos el estar bien informados, pero eso no significa que importe leerla. Muchas veces se percibe como un derecho y queremos que los derechos sean gratuitos, claro, pero acá ese derecho lo paga el periodista y muchas veces con la vida. Parece un sistema quebrado.

No digo que estemos entrando en los tiempos negros del periodismo porque probablemente, los tiempos siempre fueron negros para aquellos que buscan la verdad. Sea del oficio que sea. Entonces ¿Qué queda? Qué queda en tiempos en que a Gay Talese le cuesta publicar porque no quiere acortar sus trabajos, o simplemente porque cada vez hay menos sitios que se preocupen por la calidad?

Muchos se vuelven activistas. En México la información circula por las redes sociales. Los administradores de esos sitios son activistas anónimos que viven bajo amenaza. Un ejemplo es el administrador de Valor por Tamaulipas. Por mencionar un caso con vida y no los ya muertos que no recibieron ni una pizca de justicia. Quién rinde cuentas? Y Antonia Almada, que trabajaba con Medina? 19 años, incursionando, los medios no sabían que rol darle en la noticia, quién va a responder ante sus padres? ¿Qué garantías tienen los jóvenes? Cómo andan los contratos en el rubro?????

Entonces, qué pasará con el periodismo. En Paraguay, espero que no caigamos nuevamente en el país susurro, donde todo se dice bajito para mantener erguido el pescuezo. Zacatecas era así. Una ciudad hermosa, pero una ciudad susurro. Las noticias se pasaban así, de boca en boca:”no vayas a tal super porque dicen que hubo levantones”., “Hace dos meses liberaron a 14 secuestrados al lado de mi casa”, “tené cuidado de la policía municipal”, “A tal sitio no vayas”,”A él no le saques fotos”. Todos sabían todo, nadie podía hacer nada más que susurrar.

Y así, pesimista, queda unirme al pedido de justicia para Pablo Medina y los periodistas asesinados en ejercicio de su profesión, aquellos que lucharon por hablar sin susurrar y lo pagaron caro. El peor mensaje para una sociedad.

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