Doce pollitos




Si hay algo que solemos comprar son huevos. Incluso en mi época de vegana no dejaba de comprar huevos para mi familia. Siempre está la palabra en la lista que anotamos y siempre olvidamos. Fue natural que teniendo lugar, hayamos pensado en tener gallinas ponedoras.  A partir de la idea, surgió un nuevo mundo para nosotros. ¿Dónde duermen las gallinas? ¿Qué temperatura soportan? ¿Dónde ponen los huevos? ¿Se necesita un gallo? ¿Qué comen? Y por internet empezamos a hacer consultas, a leer foros sobre gallinas y a mirar imágenes de todo tipo de gallineros, desde las jaulas hasta los spas avícolas.

Con unos postes de madera que estaban en la casa y un tejido empezamos a levantar una casita para ellas. No terminamos de poner la estructura (que nos llevó dos días) y el primer tejido cuando el vecino nos cuenta que en realidad el gallinero tiene que ser mucho más cerrado, que los pollitos son muy frágiles y hay que protegerlos del viento y el  fresco de la noche.  Con unas lonas reforzamos las paredes del gallinero, para evitar cualquier filtración de agua pero seguíamos dudando sobre como debía ser el piso y compramos unas maderas conglomeradas.



Con nuestro gallinero a medias pasaron cuatro días porque no solucionábamos el tema de los nidos ni donde iban a dormir. Mi hermano me dio una especia de jaulita que estaba en su casa que se veía ideal para convertirla en nido, pero seguíamos sin tener el gallinero que nos pareciera seguro. Como iba a continuar el tiempo y no nos poníamos de acuerdo, decidimos ir a conocer a los pollitos y dejar de dar vueltas a un problema que no comprendíamos. Había que ver a los pollitos en directo y preguntarle a una persona que sepa. Ahí surgió otra consulta: ¿Dónde se consiguen pollitos? Los vecinos  nos enviaron a la Granja Kim, ubicada sobre la ruta 2 en Caacupé.

Al llegar, el experto en pollitos preguntó:

-“¿Cuántos quiere?”
- “Cinco”.
Con cara de confundido: - “¿Cincuenta?”
- “No, cinco”.
- “Pero es lo mismo cuidar cinco que cien”, me advierte,
- “Sí, pero no tengo idea de cuidar ni uno y prefiero empezar con cinco”.

Sonrió. La gente que va allí compra veinte como mínimo. Nos llevó a ver a las futuras ponedoras. Jade se emocionó y los grandes también. Eran amarillas y negras, nos contó que unas ponían los huevos naranjas y otras azules. Ni sabía que existían huevos azules. Decidimos llevar cinco de un color y cinco de otro. El hombre nos habló de la luz, de noche hay que ponerles un foco de 100 Watts para que no tengan frío, de los balanceados que deben consumir según sus etapas y nos dio un remedio por si tienen diarrea roja. Mientras más información nos daba más desorientados nos quedábamos. Le pregunté sobre la reproducción y me dijo que me lleve dos gallitos. Dudé. ¿No se pelean? ¿Cuántas gallinas por gallo? ¿Y el gallo come lo mismo que la gallina? ¿Y van todos juntos? Oh, Dios, quién nos manda a meternos en estos líos. El hombre ya se mataba de risa: “Llevá los gallitos, tu hija va a estar feliz”, refregándome que mi proyecto al parecer iba más apuntado a gallinas mascotas que ponedoras.

Entonces viene la pregunta, ¿y cuánto viven?
-“Ponen huevos durante 14 meses y después las faenás”.
- “Ah, bueno, pero ¿cuánto viven?”, al fin y al cabo soy vegetariana y no me imagino doblándoles el cuello.
-“Pueden vivir hasta dos años más o menos”, e insiste ”cuando dejan de poner huevos es ideal para faenarlas”… y pienso en mi mamá, cuando le dije que iba a tener gallinas se relamió pensando en un caldo de pollo…

Llegamos a la casa con diez pollitas y dos gallitos. Metimos a los doce nuevos integrantes de la familia en el gallinero mientras empezamos a cerrar bien todos los laterales porque (había sido) hay que cuidarlos no solo de perros y gatos, sino de comadrejas y ratas que se cuelan  en espacios muy pequeños. Al piso de madera le pusimos mucho aserrín. Nos faltó el techo. Cuando entró el sol nos dio miedo dejarlos solos y optamos por meterlos en un cuarto de la casa. A los dos horas me llama mi mamá para preguntarme donde están durmiendo los pollos, cuándo le dije, percibí que pegó un salto al otro lado del teléfono muerta de risa: “Yo sabía que los iban a meter adentro de la casa”.


Eso fue anoche. Jade ya les puso nombre a todos. Hoy a la mañana los llevamos de vuelta al gallinero para que disfruten del sol. Nuestro ideal de gallinas felices parece que ronda el ridículo, pero es el precio que tenemos que pagar por ser novatos en el tema. De todo esto, la reacción de Jade es para mí lo más interesante y conmovedor. Hoy tempranísimo se levantó de la cama y fue a ver los pollitos y hoy, tempranísimo, me despertó para avisarme que ya no tienen comida y que vayamos a alimentarnos. Está ayudando un montón la petisa y todo está resultando tan emocionante, que supera mis expectativas.

Los doce pollitos que recién en cuatro meses nos van a dar los primeros huevos, si todo sale bien, cambiaron el ritmo de la casa  y conversaciones. En un rato vamos a ponerles el techo. La idea es terminarles su refugio para la noche y que de día puedan andar de paseo por el patio. Ellos, tan chiquitos, marcaron un nuevo paso en este proyecto.


2 comentarios :

  1. Qué mucho me hiciste reir, Mariel!!! nos reíamos a carcajadas con mamá, pero es muy dulce criarlos!!! Mamá dice que hubiera sido mejor que compres ya 5 gallinas grandes, ponedoras y un gallo y después de haber puesto más o menos 10 huevos, pueden consumirlos o venderlos. A partir del huevo nro.11, que levantes el huevo suavemente y lo pintes con la fecha( día y mes), con mucho cuidado lo debes poner en un lugar con temperatura moderada hasta que la gallina no se quiera levantar de su nido, señal de que está lista para empollar, esta ni deja que el gallo se le acerque. Espero te sirvan sus expertos consejos. Abrazos y suerte!!!

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    1. Ja ja, los consejos nos vienen bárbaros, porque justamente nos preguntábamos sobre la hora de empollar. Como anillo al dedo los datos. Sí, definitivamente las gallinas más grandes nos van a reducir el proceso, creo que en breve haremos algo así. Gracias y cariños!!

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