Fabricante de flautas

Mario estaba sudado de pies a cabeza. Sin remera dejaba a la vista un físico delgado pero fibroso. Sólo una bermuda desgastada lo cubría del leve viento de un ventilador que daba vueltas algo lentas para apaliar los grados de calor. La oficina, el piso de cerámica. Agachado y con las plantas de los pies bien apoyadas, tenía a su merced decenas de tubos de pvc por un lado y otra decena de palos de bambú por el otro. Con fuerza y obsesión tomaba una varilla, la envolvía con un papel lija que introducía en el bambú y empezaba a meter y sacar con tal fuerza que solo verlo era cansador. Adentro-afuera, adentro- afuera hasta encontrar la cavidad perfecta. Después, marcaba los lugares donde iban a estar los hoyos a lo largo del tubo y empezaba a taladrar. Nuevamente el papel lija recorriendo los orificios. Pepa pasaba por detrás, y zas, le lamía la espalda de paso, después se recostaba debajo del teclado en el extremo de la habitación. Mario, tomaba su naciente flauta y se acercaba al instrumento encima de Pepa y empezaba con una nota. Do do do do, y posterior a eso soplaba la flauta tratando de encontrar el sonido. Monótono, recurrente, obsesivo, solitario. Lijaba más hasta que salía perfecto. La barba de días, las ojeras, el sudor y el sonido. Re re re re re y el tubo cada vez más flauta.

1 comentario :

  1. decile que yo quiero mi palo de lluvia que su hermana me prometio hace muuuuuucho

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