Hace unos años,
un enero estuve sufriendo tanto el calor que le mande mi cv a diarios y medios
de Tierra del Fuego. Hubo un diario en particular, me enamoré de su nombre porque
se llamaba Diario del Fin del Mundo. “Ahí me quiero ir, Amadeo” le dije emocionada,
“al fin del mundo a disfrutar del frío un rato”.
Limpia de enero
Con toque de laurel...
Se están cumpliendo dos años desde que me embarqué en esta
aventura. Y me encanta. De corazón deseo que sean muchos más de aventuras en la
vida. Sea lo que sea.
Entre los 20 y los 30 mis aventuras eran más cortas. Mis ciclos
eran de entre 6 a 8 meses. Esos eran los meses en que daba mis ciclos por
concluidos y luego de eso quería mudarme, renovarme, cambiarme de trabajo y de
ciudad.
“Vas a madurar”, me decían, y pensaba que me deseaban la
mala suerte. Le huía al mundo porque pensaba que madurar era vivir sin
aventuras. Y yo quería siempre sentir curiosidad.
Dicen que la curiosidad mata al gato. Y a mí me parece una frase
temeraria. Seguro que algo de verdad tiene, pero no creo que sea la curiosidad
la que nos mata…
Invierno
Hace unos meses tuve un disgusto y caí en modo invierno. hice lo mejor que pude. primero me puse una faja alrededor del útero, porque sentía frío en la matriz. me puse medias y zapatos abrigados y me di baños calientes, pero el frío no se iba. Busqué el gorro de lana y un poncho pero el frío seguía estando ahí.
Respiré y me faltaba el aire. Necesitaba actuar profundo. A esas alturas, decidí cambiar tácticas porque así, a puras mantas, el frío no se iba a ir.
Era momento de protegerme. y eso me llevo a buscar a gente que quiero y que me eleva. No toda la gente que quiero me hace sentir mejor. Yo necesitaba sentirme mejor y busqué gente que amo y me eleva. Gente con más alta vibración que la mía. Decisión correcta. Sonidos de tambor, guitarra y cantos dulces. Caminata por el bosque. Corazón empezaba a sentir, a abrirse de nuevo.
Irreconocible
Encuentro nocturno (contrastes)
Armando Desigaud
Escuché por ahí que cada 7 años nuestro cuerpo y nuestra mente se regeneran, que casi somos otras personas. Empiezo a sospechar que es cierto. Multipliqué esa etapa por 5 y poco de lo que era soy.
Sedentaria. No tengo ganas de salir. Nada. Ni un poco. Me mostras una mochila y me tapo los ojos. Se acerca el verano y mi hija diciendo que quiere viajar largo, carretera, cepillarse los dientes en cualquier lado y yo diciéndole noooooooooooooo, esta vez quiero descansar, si vamos a batallarla me quedo en casa a regar mis plantas.
Por las tierras de María Sabina, la búsqueda de un chamán en la sierra mazateca
Fotos: Amadeo Velázquez
Texto: Mariel Fatecha
Son las 8 de la mañana en una pequeña terminal en Oaxaca. Hace frío y todos estamos un poco aburridos. Somos seis personas matando el tiempo. Una indígena mazateca llamada Ohem espera con nosotros la combi que debía de partir a las 7 de la mañana y por falta de pasajeros saldrá tres horas más tarde. Nos cuenta que viajó a visitar a su hija pero que ya es hora de regresar a su pueblo, Huautla de Jiménez. Nos pregunta a qué vamos nosotros y le contamos que vamos a buscar la casa de María Sabina y a una curandera que se llama María Julia.
- “Sí. Ella es pariente mía”, asegura. “Vayan a visitarla”.
Obviamente Ohem está habituada a los foráneos y a lo que buscan. La primera vez que ella probó los “niños santos” (como llaman allí a los hongos) contaba con nueve años. “Mi papá decidió realizar una ceremonia porque dejé de comer y estaba muy débil”. Si bien era pequeña, la edad no fue impedimento para que a partir de ese día los consumiera durante cuarenta años más, hasta que los hongos le dijeron que era suficiente. Para una persona de padre y abuelo curanderos mazatecos los “niños santos” son indispensables, claves para la sobrevivencia, la sanación y hasta para conservar el amor.
Son las 8 de la mañana en una pequeña terminal en Oaxaca. Hace frío y todos estamos un poco aburridos. Somos seis personas matando el tiempo. Una indígena mazateca llamada Ohem espera con nosotros la combi que debía de partir a las 7 de la mañana y por falta de pasajeros saldrá tres horas más tarde. Nos cuenta que viajó a visitar a su hija pero que ya es hora de regresar a su pueblo, Huautla de Jiménez. Nos pregunta a qué vamos nosotros y le contamos que vamos a buscar la casa de María Sabina y a una curandera que se llama María Julia.
- “Sí. Ella es pariente mía”, asegura. “Vayan a visitarla”.
Obviamente Ohem está habituada a los foráneos y a lo que buscan. La primera vez que ella probó los “niños santos” (como llaman allí a los hongos) contaba con nueve años. “Mi papá decidió realizar una ceremonia porque dejé de comer y estaba muy débil”. Si bien era pequeña, la edad no fue impedimento para que a partir de ese día los consumiera durante cuarenta años más, hasta que los hongos le dijeron que era suficiente. Para una persona de padre y abuelo curanderos mazatecos los “niños santos” son indispensables, claves para la sobrevivencia, la sanación y hasta para conservar el amor.
Ley Natural
No anduve con ganas de escribir, el 2014 iba bien hasta que terminó dándonos unas cuentas bofetadas en el ánimo, justo al cierre. Mucho de frustración, de planes fallidos, un verdadero aborto espontáneo. No terminamos de sonreír por agrandar la familia cuando vino la mala noticia y el mundo giró para adentro.
Entre los médicos que me querían intervenir y la naturaleza que siempre sigue su curso, elegí la naturaleza. Me encomendé a Kuhne, a Kneipp y a sus baños, a mi amiga facilitadora de Psych-K, a un chamán ecuatoriano que me hizo beber té de rosas y a un ayuno de frutas. Me encomendé al amor, que me acompaña en esos momentos inestables, esos que nos hacen tambalear. Y todos ellos me cuidaron y todos ellos me ayudaron.
Entre los médicos que me querían intervenir y la naturaleza que siempre sigue su curso, elegí la naturaleza. Me encomendé a Kuhne, a Kneipp y a sus baños, a mi amiga facilitadora de Psych-K, a un chamán ecuatoriano que me hizo beber té de rosas y a un ayuno de frutas. Me encomendé al amor, que me acompaña en esos momentos inestables, esos que nos hacen tambalear. Y todos ellos me cuidaron y todos ellos me ayudaron.
Migrantes somos todos
Segundo premio del
Concurso Internacional La Migración Iberoamericana. Una mirada desde los ojos
de los Migrantes (2014). Organizado por el Programa Iber-Rutas auspiciado por
la Secretaría General Iberoamericana/Organización de Estados Iberoamericanos
(OEI).
En los últimos 10 años me he mudado a 9 ciudades
diferentes. Tan dispares todas: Areguá, Cancún, Buenos Aires, Asunción, Zacatecas,
Malinalco, Ciudad de México, Cabañas y Encarnación. A pesar de las mudanzas
siempre me sorprendo cuando escucho las amenazas de la gente de renuncia, de
cambiar de vida, o esas quejas recurrentes de vender todo e ir lo más lejos
posible. Esa movilidad corresponde a nuestra desarmonía. Me costó años
aceptarlo. Nadie quiere pasar por desequilibrado o inconforme, por ingenuo, por
idealista. En mi caso ya es idealismo puro, del tipo que no se compensa a pesar
de las más de tres décadas que porto. Antes me atormentaba más, ahora lo disfruto.
Acepté mi naturaleza, no tan diferente a la del vecino de la ciudad que sea, es
solo una naturaleza humana, con mucho de sueños.
La historia de las migraciones es de siempre.
Corresponde a la esencia misma del hombre, sin distinción de razas ni religión.
Es la esperanza que permanece, la fe en un futuro mejor, la alternativa que
ofrece el aire nuevo, un aprendizaje, la idea de un trabajo más digno, deseos
de libertad política, aceptación o simplemente un poco de aventura, de cambio
de rutina. Comprender de manera racional lo que ofrece viajar no siempre ayuda
a que la búsqueda sea más o menos llevadera. Las emociones consumen tanta
fuerza vital que bien podemos sentirnos desventurados o extremadamente
optimistas por más que el cerebro analice distinto.
País susurro
Mi pesimismo no me dejó dormir. Ayer en Paraguay asesinaron a Pablo Medina y a Antonia Almada Chamorro y en México a María del Rosario Fuentes Rubio. Hace diez años a mi esposo, el fotógrafo Amadeo Velázquez lo amenazaron de muerte en el Chaco, tras, a través de Tierra Viva, acudir a un llamado de una comunidad indígena que estaba siendo constantemente atacada y perseguida por unos estancieros, y que en esos días, estaba siendo desalojada con armas de sus viviendas. Lo amenazaron los dueños de las estancias, quienes tras ser alertados por los capataces, llegaron acompañados de un policía y un abogado con el objetivo de arrestarlo por sacar fotografías en una propiedad privada (la tierra estaba en litigio legal. Los indígenas la reclamaban como tierras ancestrales, y hasta que la justicie se pronuncie, no había propietario). Intentaron sacarle la cámara a la fuerza y obligarlo a subir a una avioneta. Si no era por el apoyo de la comunidad, lo hubieran hecho. Para salir del lugar, los líderes trazaron un plan, fue en burro hasta la comunidad más cercana que contaba con radio, por ese medio se pudo pedir un rescate hasta Pozo Colorado, y de allí a Asunción.
Regresó a casa enfermo, con vómitos y diarreas. Esos días en la comunidad tuvo que tomar agua de los tajamares, al igual que todos los indígenas desplazados. Ni bien mejoró realizó la denuncia junto al Sindicato de Periodistas. Bueno, como decía, pasaron diez años de eso y obviamente nunca pasó nada. Sin el apoyo de la comunidad tranquilamente podía haber desaparecido, total nadie se iba a enterar. ¿Quién llega a esas tierras? Y por otro lado, ¿a quién realmente le importa si pasa algo? Cuando pasan esas cosas uno también ve la hipocresía.
Regresó a casa enfermo, con vómitos y diarreas. Esos días en la comunidad tuvo que tomar agua de los tajamares, al igual que todos los indígenas desplazados. Ni bien mejoró realizó la denuncia junto al Sindicato de Periodistas. Bueno, como decía, pasaron diez años de eso y obviamente nunca pasó nada. Sin el apoyo de la comunidad tranquilamente podía haber desaparecido, total nadie se iba a enterar. ¿Quién llega a esas tierras? Y por otro lado, ¿a quién realmente le importa si pasa algo? Cuando pasan esas cosas uno también ve la hipocresía.
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